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La noche del 22 de noviembre de 2019, un hombre entró armado con un cuchillo en la comisaría de la Policía Nacional en el distrito Nervión, en la avenida de la Cruz del Campo. Amenazó a los agentes de guardia. Los policías abrieron fuego. El sospechoso fue abatido y cayó muerto a unos metros de la puerta de la comisaría. La tarde del 11 de agosto de 2014, un hombre de 37 años murió de una parada cardiaca en la Ronda de Pío XII, cuando acababa de ser reducido y engrilletado por varios agentes de la Policía Local de Sevilla. El 20 de enero de 2017, dos agentes de la Policía Local de La Algaba abatieron a un hombre que los atacó con un cuchillo cuando acudían a un aviso por malos tratos.

Todos estos incidentes se habrían resuelto de manera menos trágica si las Fuerzas de Seguridad llevaran entre su material de dotación unas pistolas eléctricas, como llevan años haciendo en otros países y como parece que harán en España más pronto que tarde. Después de que los sindicatos policiales llevaran tiempo pidiendo su incorporación al equipo profesional de policías y guardias civiles, por fin el Ministerio del Interior dotará a las Fuerzas de Seguridad del Estado de este tipo de armas o defensas eléctricas. La Policía Nacional ha encargado la compra de mil unidades, y la Guardia Civil 150.



Más rápido parece el proceso en los ayuntamientos, pues son ya varias las policías locales de la provincia de Sevilla que las están utilizando, o que se han formado en el uso de ellas para su próxima incorporación. Una de ellos es la de Castilleja de la Cuesta, que utiliza el modelo X2, el más avanzado de la marca Taser, el fabricante más conocido de este tipo de armas. La práctica totalidad de la plantilla de la Policía Local de este municipio del Aljarafe realizó el curso de formación (salvo algunos agentes que no pudieron hacerlo por circunstancias y están pendientes de realizarlo en breve), por lo que la mayoría de las patrullas salen ya a la calle con las pistolas eléctricas. “Lo ideal es que la lleven ya todos, pero si hay algún agente que no haya hecho el curso, evidentemente ese no la puede portar, por lo que se le coloca con algún compañero que sí lo ha hecho, de forma que al menos haya un arma en cada patrulla”, explica el jefe de la Policía Local de Castilleja de la Cuesta, Miguel Ángel Hidalgo. 

Por el momento, los agentes de Castilleja no han tenido que recurrir al uso de las pistolas eléctricas. El jefe de la Policía Local explica que es un arma muy útil porque tiene un alto poder disuasorio. “Cuando una persona se enfrenta a un policía, sabe que es muy difícil que éste utilice un arma de fuego. En cambio, el simple hecho de ver la pistola eléctrica en el cinturón del policía, donde es muy llamativa porque es de color amarillo y destaca, ya puede hacer que esa persona se calme un poco”.

Es lo que este mando policial define como uso preventivo. Otro supuesto es el uso conminatorio, pues las armas llevan un botón que puede activarse sin que se ejecute el disparo y se puede apreciar a simple vista una pequeña descarga. “Es una advertencia y puede hacer que la persona en cuestión se relaje. Además, la pistola tiene dos punteros láser que se ven. Si el policía los apunta al pecho, en ese momento le dirá ‘por favor, mírate el pecho, no me hagas que la use”.

El tercer uso es el defensivo, cuando los policías son atacados por sospechosos equipados con palos o armas blancas. Para el jefe de la Policía Local de Castilleja, las pistolas eléctricas garantizan la proporcionalidad que se exige a la Policía en la respuesta, pues es una “herramienta intermedia entre la defensa y el arma de fuego” y mucho menos lesiva que esta última. Además, cuando un policía tiene que utilizar su pistola reglamentaria pueden producirse circunstancias que no controla, como que sufra la llamada visión túnel por encontrarse en una situación de máximo estrés, o que se se produzca algún rebote que termine alcanzando a alguna tercera persona.

El hecho de que la pistola pueda dispararse desde una distancia máxima de siete metros sirve también para proteger a los agentes en el caso de que estén ante una persona que padezca una enfermedad infecciosa o, por qué no, que esté infectado con el coronavirus. Pero el supuesto en el que creen que más lo utilizarán es ante personas que se encuentran fuera de sí, que han consumido drogas o presentan problemas psiquiátricos, a las que se hace necesario calmar porque estén alterando el orden público o amenazando a la población.

El último de los usos es el sorpresivo. Es cuando el agente dispara el arma y al sospechoso se le aplica una descarga eléctrica, que le aturde durante unos segundos y le hace caer al suelo. “Entonces se abre lo que llamamos una ventana de oportunidad. Los policías tienen un tiempo de cinco o seis segundos para proceder a engrilletarle. No es una descarga ni mucho menos letal y tiene una incidencia mínima en la persona que la recibe. De hecho, en nuestros cursos, hemos disparado a policías que se presentaron voluntarios para ello”.

El municipio que primero equipó con pistolas eléctricas a sus policías locales es Marchena. La persona que impulsó la compra de estos dispositivos es Antonio Mazueco, policía local del municipio e instructor y profesor en la Escuela de Seguridad Pública de Andalucía. La Policía Local de Marchena lleva dos años utilizándolas con unos resultados muy positivos. 

“Soy policía desde hace veinticinco años. Por fortuna nunca he tenido que sacar el arma de fuego, pero la eléctrica la he sacado ya dos o tres veces y he resuelto la incidencia sin tener que dispararla. Tiene un efecto intimidatorio muy potente, porque se ve mucho en el cinturón. Está hecha para eso. Después, activando un botón se produce una descarga que la persona a la que te enfrentas ve. Sólo con eso, y con los punteros láser, que yo suelo ponerlos apuntando al suelo, tienes mucho ganado. El arma es una maravilla”.

“Es curioso que no haya protocolo para utilizar armas de fuego y sí lo haya para las pistolas eléctricas. En Francia las consideran menos lesivas que el bastón o defensa. Y yo creo que llevan razón. Es un equipamiento que debería ser obligatorio para todos los policías, y luego ya que cada uno lo use o no si lo considera oportuno. Por ejemplo, en mi plantilla hay agentes que no las quieren. Me parece muy bien, pero teniendo los recursos, ya cada uno aplicará el que considere adecuado a cada situación”, añade este agente.

Lora del Río, Alcalá de Guadaíra y Casariche también están equipando a sus policías locales con armas eléctricas. Quienes sí la llevarán en unos años serán los policías nacionales y los guardias civiles. Las primeras 300 pistolas se repartirán en la Policía Nacional a lo largo de este mes de octubre. Otras 700 se entregarán en los próximos dos años. Se desconoce aún cómo será el reparto y si se enviarán varias de estas pistolas (o dispositivos electrónicos de control, como eufemísticamente los denomina la nota de prensa oficial de la Policía emitida esta semana) a Sevilla.

La Policía recuerda que estas armas tendrán un “uso eminentemente disuasorio” y “restringido a aquellos agentes que hayan superado la formación teórico-práctica necesaria para su tenencia, uso y manejo”. Se formará en ello a 66 agentes, que luego impartirán los cursos en las distintas plantillas. Para su uso se ha elaborado un protocolo que recoge una serie de condiciones, normas básicas de seguridad y revisiones periódicas de los dispositivos. Sólo se podrán utilizar estas armas “cuando resulte pertinente de acuerdo con los criterios de congruencia, oportunidad y proporcionalidad en la utilización de los medios a su alcance, y una vez agotadas todas las vías de diálogo, negociación y mediación posibles”.

Cada vez que se usen tendrá que elevarse un informe al juzgado, algo que ya contempla el plan de la Policía Local de Castilleja. Los dardos pueden extraerse y las armas llevan elementos tecnológicos que permiten un control posterior de uso, como son un registro interno de actividad, un número de serie único y una codificación para cada uno de los dispositivos y cartuchos. Así, habrá un sistema de registro que permita identificar al personal que ha tenido acceso a cada una de las armas y las circunstancias en las que se han usado. Evidentemente, hay una serie de supuestos en los que no deben usarse, como son ante mujeres embarazadas, niños o personas con problemas cardiacos.

Pero no todos son voces favorables, algo que es mayoría entre los cuerpos de seguridad. La ONU se ha pronunciado en contra de su uso por el “nivel de dolor físico que producen” y porque pueden llegar a ocasionar la muerte. El abogado sevillano Luis Ocaña expuso, recientemente en un artículo publicado en la revista El Salto, que son armas “que neutralizan por incapacitación neuromuscular lanzando proyectiles con electrodos que se clavan en la piel y transmiten descargas paralizantes de 50.000 voltios destinadas a invalidar el sistema nervioso central del sujeto y causando una contracción incontrolable del tejido muscular y el colapso instantáneo”. Este letrado recordó también que la letalidad es superior al 1% de los casos en los que se emplean. “Peor será siempre tener que usar el arma de fuego”, replican sus defensores.



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